
De niño, John Wherry se divertía desmontando máquinas, como el tren de juguete que su padre conservaba como un tesoro. Ahora, como inmunólogo, está desmontando la que bien pudiera ser la máquina más complicada del mundo: el sistema inmunológico humano, para elaborar una vacuna que proporcione inmunidad de por vida contra la gripe. En vista de la amenaza de una pandemia mundial provocada por las mutaciones del mortífero virus de la influenza aviar que han surgido en Asia, África y Europa, no hay tiempo que perder. Wherry y sus colaboradores están empeñados en una carrera contrarreloj para crear un prototipo de vacuna para el año 2011.
Wherry, de 36 años de edad, ya había decidido que quería ser biólogo cuando era alumno de escuela secundaria. En sus años de estudiante universitario quedó entusiasmado con la inmunología y, después de graduarse, se dedicó al estudio de las células T de memoria. Cuando estaba realizando estudios posdoctorales como becario, contribuyó al descubrimiento del motivo por el que algunas células T de memoria se debilitan tras ser activadas por una infección o vacunación: generan un receptor que bloquea la señal que les ordena luchar.
El inconveniente de las vacunas actuales contra la gripe es evidente cada otoño e invierno, cuando la gente tiene que hacer cola para vacunarse. Las vacunas actuales, en general, usan virus de gripe muertos o inactivos para estimular el sistema inmunológico a generar anticuerpos contra las proteínas de la superficie de estos virus; los anticuerpos reconocen al virus como invasor y le eliminan del flujo sanguíneo. Sin embargo, debido a que habitualmente suelen circular por el mundo dos o tres cepas del virus de la gripe en un momento dado y a que sus proteínas externas evolucionan rápidamente, los especialistas en salud pública tienen que formular nuevas vacunas contra la gripe todos los años.
En el Instituto Wistar de Filadelfia, Pensilvania, Wherry espera superar estos problemas con una vacuna hecha en parte con un virus vivo, un virus del resfriado común desactivado con piezas de un virus de la gripe clonado insertado en él. En teoría, estimulará una defensa profunda y duradera llamada inmunidad celular, que entraña lo que se llama célula T de memoria, un tipo de leucocito formado parcialmente en la glándula timo, como reacción a un virus o bacteria extraños. A diferencia de las vacunas actuales, una célula T reacciona tanto a las proteínas estables del interior de un virus de gripe como a las proteínas en cambio constante de su superficie. Además, una vez formada una célula T, se perpetúa a sí misma durante generaciones. A diferencia de los anticuerpos, las células T pueden destruir células invadidas y colonizadas por virus.
“Si podemos entrenar a las células a reconocer efectivamente las proteínas internas como el virus de la gripe y conservarlas largo tiempo, tal vez se pueda elaborar una vacuna que proteja contra todas las cepas de gripe. Estamos entusiasmados”, afirmó Wherry. “Estamos empezando a ver indicios prometedores en experimentos con ratones, pero trasladar estos resultados a los seres humanos requiere una enorme cantidad de tiempo y esfuerzo”, añadió.
“El ochenta por ciento de estos procedimientos fracasan totalmente”, declara la jefa del departamento de inmunología de Wistar, Hildegund Ertl. “A algunas personas les desalienta el fracaso. Lo que me impresiona de John no es sólo que sea un buen científico, sino que tiene el temperamento para afrontar los reveses”.
Este artículo es un extracto de Flu Fighter de Arthur Allen, publicado originalmente en la revista SMITHSONIAN, edición de octubre de 2007. Arthur Allen, de Washington, D.C., es el autor de Vaccine: The Controversial Story of Medicine's Greatest Lifesaver (Vacunas: la controvertida historia de lo que más vidas salva en el campo de la medicina)
Las opiniones expresadas en este artículo no reflejan necesariamente los puntos de vista o políticas del gobierno de Estados Unidos.
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